Día del maestro; Yoel David

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El día de mañana, por ser día del maestro, queremos brindar un homenaje a todos los docentes que han sido y son una fuente de inspiración. Los docentes son grandes propulsores de los cambios sociales y políticos.

Desde Instrumentos de la Esperanza recordamos al Maestro Yoel David, de quién albergamos su clarinete.

El Maestro Yoel, al término de la Segunda Guerra Mundial y tras haber sobrevivido el Holocausto, tuvo la oportunidad de aprender a tocar el clarinete. Cuando emigró a Israel se dedicó muchos años a dar clases de música a pesar de estar casi completamente sordo. Posteriormente emigró a México en donde continuó dando clases en diversos foros hasta sus últimos días.

Sin duda el Maestro Yoel trascendió en las enseñanzas que transmitió a sus alumnos, pues es recordado por ellos con mucho cariño y admiración. En esta ocasión nos atrevimos a pedirle unas líneas a David Mancilla, quien fue alumno del maestro Yoel en México. David explica lo que significó para él  haber sido alumno del Maestro Yoel.  Agradecemos de antemano la colaboración.

YOEL DAVID KATZ

“Maestro no puedo con los graves en mi saxofón”, decía el que esto escribe.

Él con su sonrisa socarrona y festiva me decía:

“Ese no ser problema de maestro”….”la cosa debe de que ser que el humano tiene dominio del instrumento, no al revés… “

Hola, ¿qué tal?

Mi nombre es David Ricardo Mancilla Nava, soy saxofonista, también toco un poco de clarinete; fui alumno del Mtro. Yoel David Katz del año 1984 a 1988 en el Conservatorio Nacional de Música en la Ciudad de México. Actualmente radico en Cd. Victoria, Tamaulipas, donde trabajo como abogado, al servicio del Poder Judicial de la Federación, desde hace aproximadamente 22 años.

Antes que nada, mi agradecimiento a nuestra amiga Adela Smeke y a Instrumentos de la Esperanza la invitación a hacer este testimonial acerca de nuestro Maestro Yoel David Katz.

Había yo ofrecido hacerlo a través de un video; pero ante el temor de que me ganara la emoción y las lágrimas, he decidido hacerlo por escrito.

Y es que me despedí de él en cierto día de 1988, sin saber que ya no lo volvería a ver. Antes no había tantos medios de comunicación, de tal manera que cuando me aboqué a la tarea de buscarlo por redes sociales (Facebook), ciertamente encontré su perfil, pero infortunadamente en ese momento el Maestro ya tenía algo así como 3 años de haber fallecido… En fin…

¿Porqué recuerdo con tanto cariño y gratitud a mi maestro Yoel?  bueno, cuando llegué con él, la carrera de saxofón en el Conservatorio Nacional de Música era muy desdeñada…. nadie quería enseñar ese instrumento… estaba en peligro de extinción y como nadie quería (ni sabía) enseñar, la dirección del plantel le encomendó esa tarea.

El encuentro no fue muy halagüeño, Yoel David Katz, de nacionalidad húngara, al parecer ingeniero mecánico, en su juventud emigró hacia Israel después de haber sobrevivido al Holocausto donde trabajó secando pantanos y se enfermó de malaria, razón por la cual sufría de hipoacusia (estaba casi totalmente sordo).

A los 21 años de edad empezó a aprender a tocar el clarinete y años después, por alguna razón, llegó a nuestro país.

En esos avatares de la vida tuvo que aprender varios idiomas, pero el que menos dominaba (según mi apreciación personal) era el español de México.

Yo ciertamente nací en el D. F., pero tenía el sonsonete de la región en donde crecí (particularmente de la provincia del estado de Hidalgo, entre los municipios de San Salvador y Francisco I. Madero, respectivamente, Caxuxi y Santa María Amajac).

Bueno, mi maestro con hipoacusia, esperando una entonación de tipo más bien chilango, interpretaba mis palabras de manera no tan exacta… a veces yo le tenía que escribir las palabras para que él las pudiera traducir.

Cuando él me daba una indicación incluso precisaba comunicarse en italiano, inglés, en ocasiones latín, etcétera…

Al paso del tiempo nos fuimos conociendo y en esa medida la comunicación fluyó cada vez mejor.

Una persona sumamente puntual!!! Las clases con él eran interesantísimas, porque, a fin de que pudiéramos ejecutar algún ejercicio o pequeña canción u obra, siempre nos ponía en contexto todo lo que rodeaba esa pieza musical, aspectos como el autor, la nacionalidad, el momento histórico, el estado sentimental del compositor… (creo que ahora se le llama “transversalidad del conocimiento”). De cuando en cuando, nos explicaba cosas de física, química, matemáticas e incluso de mecánica.

Con una vena científica, siempre analizaba hasta los más mínimos detalles de cualquier cosa.

También era muy ingenioso para explicar las cosas, mediante ejemplos, parangones o metáforas. Por ejemplo, cuando teníamos en la partitura una frase más o menos larga y no nos alcanzaba el aire para terminarla, nos decía:

“¿Si vas de México a Acapulco (por mencionar algún lugar lejano), cargas un cuarto de tanque, o lo llenas? ¿O prefieres parar cada rato a cargar gasolina?”

Entonces ya entendía uno que debíamos respirar lo suficiente para terminar esa frase.

De las primeras lecciones que aprendí de él, fue el concepto de calidad y cantidad. Sumamente interesante y trascendental, porque si bien es cierto que las clases eran de música, específicamente de saxofón y clarinete; también lo es que, aunque la vida me llevó por otros caminos, ajenos a la música, esas cosas fueron para mí una enseñanza en todos los aspectos de mi existencia.

Muchas cosas por platicar acerca de la personalidad y legado del Maestro; por lo pronto, a muchos años de esa enseñanza y tantos más kilómetros de distancia, sirvan mis palabras y recuerdos como un homenaje a ese ser humano que nos dio tanto con su talento, luces y conocimientos.

Afectuosos saludos.

Cd. Victoria, Tamaulipas, mayo de 2021.

David Ricardo Mancilla Nava.

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